Vaya esta poesía en homenaje a los Servicios Médicos de la División Azul, tan maravillosamente retratados en el libro "Bajo el fuego y sobre el hielo" de Juan Manuel Poyato.
"Un médico en la D.A."
Te sientas en el suelo ya sin fuerzas y enciendes un pitillo con esfuerzo.
Las manos temblorosas y la mirada ausente.
¿Cuántos van ya? ¿A cuántos camaradas has salvado la vida?
¿Y cuántos se han quedado en esa mesa camino del Lucero prometido?
Tres días operando sin descanso, los gritos de dolor inenarrables, los miembros amputados, los pechos destrozados por metralla que laceran arterias sin remedio.
Los párpados te pesan y te cubren los ojos, como un manto de nieve que cayera.
¿Cuándo vendrá la próxima ambulancia?
¿Cuántos han de morir en esta guerra?
Recuerdas a ese joven asturiano, sus gritos de dolor y la nobleza del brillo de sus ojos suplicantes... "Doctor, se lo suplico, no me corte la pierna".
Las lágrimas te vencen, sin poder evitarlo y entre las manos hundes la cabeza. Y sientes tuyas todas las heridas y sientes el dolor y la tristeza de tantos camaradas que se han ido y de tantos heridos que se quedan.
Y de pronto te llaman, es Mercedes la jefa de enfermeras, su sonrisa indeleble y su mirada, que reconforta todas las miserias: "Doctor, venga a la sala, le llaman los enfermos"
Y tú corres tras ella.
Y al entrar en la sala, los heridos, rompen en un aplauso en tu presencia y corean tu nombre agradecidos y sus "¡Vivas!" retumban en la estepa.
Ya no sientes cansancio tan sólo una emoción que, traicionera, se te desborda en lágrimas felices ante aquellos valientes que te observan.
Y sabes que a pesar de los pesares, incluso aunque pudieras, no querrías estar en otra parte, no querrías servir de otra manera.
Un médico en el frente, ese es tu sino. La bata ensangrentada, tu Bandera.
(Manuel Cabo Fueyo)
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