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Su expediente personal de divisionario lo presenta como teniente provisional de Infantería, destinado en el Cuartel General de la División, y procedente de "Licenciado", es decir, que ya no servía en el Ejército en el momento de constituirse la División Azul. Aún más, el expediente nos informa que el teniente Rose estaba en posesión de dos condecoraciones españolas, la Medalla de la Campaña, concedida a todos quienes habían servido durante la Guerra Civil, y una Cruz Blanca al Mérito Militar, condecoración ésta que no se concede por hechos de guerra, sino por otro tipo de méritos castrenses. La ficha personal recoge también la dirección del cabeza de familia y ahí aparece: "Doctor Rose, Wittmannstrasse 42, Darmstadt, Alemania".
En la Revista de Comisario que se pasó en las distintas unidades de la División Azul el 1 de agosto de 1941, Rose aparece específicamente reseñado como intérprete destinado en el Cuartel General. Una información más precisa y detallada la ofrece Fernando Vadillo en su libro «Orillas del Voljov» quien ubica exactamente a Erich Rose como Intérprete adscrito a la Unidad de Servicios del Cuartel General de la División, a las órdenes del Gobernador del Cuartel General, capitán José Permuy, y junto a otros dos tenientes intérpretes (éstos españoles, José Jaime Monteys y José Castro Rial) un oficial pagador y un oficial médico. Por cierto, hasta donde nuestro historiador sabe, ésta es la única referencia a Rose de amplia bibliografía divisionaria.
No era un puesto de gran brillantez el que debía desempeñar. Desde luego no era el que Rose había soñado durante años, cuando sin duda se había visto a sí mismo protagonizando gestas heroicas avanzando al frente de sus soldados. Pero es muy posible que, de todas formas, estuviera lleno de alegría en su interior. Volvía a vestir el uniforme feldgrau alemán, con las divisas de teniente. Y se iba a batir contra el Comunismo, como siempre había deseado. Cierto, lucía un escudo español en su guerrera, pero llevando tanto tiempo conviviendo con españoles, sin duda se sentía cómodo entre los hijos de la que quería que fuera su Patria de adopción.
Un puesto de intérprete en un Cuartel General no es la mejor forma de obtener fama y gloria. Ni siquiera es un buen lugar para conseguir modestas condecoraciones. El paso de Rose por la División Azul no nos ha dejado, por tanto, una ancha estela de datos. Pero hay uno que es muy revelador. Según consta en la documentación en posesión de la Fundación de la División Azul, el Teniente Erich Rose Rose recibió la Cruz de Hierro de 2§ Clase el 30 de abril de 1942. El documentalista de la FDA, D. César Ibáñez, ha elaborado un listado de los españoles que recibieron las Cruces de Hierro de 2º- y 1ª Clases, en base a los documentos correspondientes depositados en el Bundesarchiv-Militárarchiv. En ese exhaustivo listado podemos comprobar que el mismo día, idéntica condecoración fue otorgada a otros cinco oficiales que servían en el Cuartel General de la División Azul. Pero todos ellos tienen una graduación muy superior a Rose (dos son tenientes coroneles y tres son comandantes) y todos ellos habían ocupado puestos de relevancia en el organigrama de mando de la División Azul. Que en esa misma fecha y ocasión la condecoración le fuera otorgada a quien en apariencia no era más que un sencillo teniente provisional en anodinas tareas de intérprete sugiere que, cuando menos, Rose acreditaba un sobresaliente celo en el cumplimiento de sus obligaciones, tan notorio como para llamar la atención del mando de la División, del cual, parece evidente, podemos suponer que gozaba de plena confianza. Si aparte de este mérito genérico hubo, en los motivos de la concesión, otro mérito más concreto y específico, se ignora.
Para quien había soñado toda su vida con ser oficial del Ejército alemán, el recibir la Eísernes Kreuz, la Cruz de Hierro, sin duda alguna el símbolo por antonomasia de las tradiciones militares germanas, debió suponer una inmensa alegría. Una alegría que, sin embargo, iba a verse empañada muy pronto por motivos muy distintos
Hay que suponer que el teniente Rose recibiría Correo de su familia y amigos desde Alemania. Y las noticias que le llegarían eran, no cabe duda, cada vez peores. La persecución contra judíos y Mischlinge subía de intensidad día a día, conforme el curso de la guerra se volvía adverso para Alemania. Hitler había soñado con una guerra corta, una Blitzkrieg, porque esa era la única guerra que Alemania podía ganar. Pero a finales de 1941 todo había cambiado. El Ejército Rojo, al que se había despreciado hasta extremos absurdos, no sólo no había sido derrotado, sino que en la ofensiva de invierno de 1941-1942 había causado a los alemanes humillantes derrotas. Los Estados Unidos habían entrado en la guerra. Para Hitler todo ello era una muestra más de la existencia de una conspiración judeo-capitalista-comunista. Y como la guerra en curso no era para él la que en realidad era (un choque entre grandes potencias, perfectamente explicable en clave geopolítica) sino una batalla entre lo ario y lo judío, obró siguiendo esos prejuicios. Los soldados alemanes, que se esperaba se pasearan fácilmente victoriosos por los espacios infinitos de la URSS, caían por centenares de miles en un frente donde las batallas más espantosas se sucedían con una rapidez endemoniada. En la misma Alemania, los bombardeos de terror aliados arrasaban ciudades y masacraban civiles. Si bien centenares de miles de judíos alemanes habían emigrado antes de la guerra, aún quedaban muchas decenas de miles en Alemania, así como una importante masa de Mischlinge. Como Hitlery muchos dirigentes nazis estaban convencidos de que la Revolución de 1918 en Alemania había sido provocada por los judíos, no estaban dispuestos a tolerar que siguieran residiendo en suelo alemán. Cada vez más familias judías alemanas eran deportadas a campos de concentración o a Ghettos establecidos en las regiones ocupadas de Europa Oriental. No se las acusaba de nada en concreto, de ningún hecho específico, sino simplemente de ser hebreas. Los Mischlinge veían cómo sus derechos eran cada vez más recortados y, de hecho, se les asimilaba pura y simplemente a los judíos. La realidad es que muy posiblemente la mayor parte de aquellos judíos y Mischlinge habrían prestado su concurso al esfuerzo de guerra alemán, pero nunca se les permitió hacerlo. Ahora, en cambio, se veían castigados, como señalaba Molte, no por hacer, sino por ser. Es fácil imaginar los efectos de esas noticias sobre Rose.
La División Azul mantenía en Madrid una oficina propia, la Representación de la División Azul, encargada de gestionar todo el papeleo generado por la fuerza expedicionaria. En los expedientes que esta oficina mantenía sobre los integrantes de la División se hacía constar, por ejemplo, si por algún motivo viajaban a España. En ese caso se anotaban las fechas de cruce de la frontera hispano-francesa, en un sentido y otro, a efectos de computar el tiempo de servicio. Gracias a esa práctica sabemos que Erich Rose viajó a España en 1942, entrando en nuestro país el día 23 de agosto de 1942 y saliendo de él con destino al frente el 11 de septiembre siguiente. El motivo reseñado para el viaje se consigna como "Comisión de Servicio", es decir, un viaje por motivos oficiales. Pero carecemos de cualquier otra indicación sobre cual era la misión concreta que le trajo a España.
En todo caso, poco antes de emprender viaje le llegó una terrible noticia: sus padres habían sido deportados a Theresienstadt. Se trataba de una localidad situada en Bohemia (el nombre checo era Terezín) de la que, a fines de 1941, se había evacuado a la población para reasentar en ella a ciertas categorías de judíos con los que se deseaba tener alguna consideración. Por ejemplo, con quienes habían sido oficiales y funcionarios de cierto rango, con los veteranos de guerra, judíos casados con arios, etc. El padre de Rose, judío al 100 por cien según la legislación nazi, pero exoficial del Ejército del Kaiser, fue uno de los designados para ser deportados a este campo o Ghetto. La noticia a buen seguro conmovió tanto a los padres como al hijo. ¿Cómo podía asumir su padre que él, devoto y orgulloso oficial del Ejército Imperial, fuera tratado como un criminal, y deportado? ¿Y qué podía sentir su hijo, educado por el padre en el amor a Alemania y a su Ejército, ante el trato que se les daba a sus por otra parte ya ancianos padres?
En algún momento del viaje, a la ida o a la vuelta, Erich Rose visitó a su viejo compañero de los días de cadete, el a la sazón Capitán Albert Schnez, destinado en el Alto Mando del Ejército (OKH). El Sr. Schnez no pudo precisarle la fecha exacta, ni en la carta que le dirigió anCaros Caballero, ni a B. M Rigg cuando le entrevistó para su libro. Pero sí recordaba muy bien las circunstancias en que se produjo el encuentro.
El Sr. Rigg ha sido el primero en dar a conocer al público este estremecedor momento, y sean sus palabras:
"A veces, el conocer" el sufrimiento que causaban los nazis a sus familiares resultaba insoportable para los "Mischlinge que servían en el Ejército. El teniente Rose, veterano de la Legión Cóndor que había combatido en el bando de Franco y oficial de enlace en ¡a División Azul española (en realidad intérprete del Cuartel General español) se confesó en 1942 a un compañero de armas, Albert Schnez (más tarde general de la "Bundeswehr"); tenía un aspecto desmoralizado, sacudía la cabeza mientras contaba que su padre judío y su madre medio judía habían sido deportados a Theresienstadt. Había oído que otros miembros de su familia estaban en los Campos y temía por su vida. Deseaba morir. "Estoy hecho trizas. Ya no tengo nada que esperar de la vida. ¡Toda mi familia ha sido asesinada o va a serlo!". Schnez, que estaba entonces destinado en el Estado Mayor del Ejército de Tierra trató de confortarlo lo mejor que pudo, prometiendo que trataría de obtener para él un certificado de "arlariizaclón". Uno de sus amigos, el Comandante Eberhard von Hanstein, del OKW (Alto Mando de las Fuerzas Armadas habló con Schmundt Ayudante de Campo del Ejército junto a Hitler y éste presentó el caso ante Hitler"32.
"Hitler reconoció que Rose era un excelente oficial y que "si sólo hubiera sido medio judío, hubiera estado dispuesto a concederle la arianización, pero era imposible con alguien que era judío al 75 por cien
Rigg recoge también otras partes del testimonio de Schnez, como que Rose parece que no estaba dispuesto a pedir la "gracia" de la "arianización", por considerar que sería comportarse "como un cabrón", ya que lo único que se conseguiría así sería que él pudiera seguir luchando mientras su familia era sin embargo perseguida.
En la carta que le dirigió a Caballero, el general Schnez le trasmitió otros detalles que quizás también comunicó a Rigg, pero a este le parecieron irrelevantes. El general recordaba que aunque Rose tenía un aspecto muy deprimido, ya que su familia estaba siendo gravemente humillada y además expoliada, y algunos familiares habían sido ya deportados a campos de concentración, le dijo que él personalmente se sentía seguro en España y en la División Azul. Añadía el general, que tratando de averiguar más cosas sobre el destino de su amigo, había hablado sobre él con Johann Hoffmann. Este oficial alemán, de familia radicada en España, había sido compañero de Rose en los equipos de instructores de la Legión Cóndor y también se encontraba con la División Azul en Rusia, aunque en este caso como miembro de la Plana Mayor de Enlace alemana. Schnez habló con él en el 2002 en Málaga (Hoffmann ocupaba el cargo de Cónsul alemán en esa ciudad andaluza). Lo curioso del testimonio de Hoffmann es que decía que en los últimos tiempos Rose acabó teniendo roces con algún oficial español, debido a la virulencia de sus ataques a Hitler. Al parecer Hoffmann citó el nombre de un oficial en concreto, de elevado rango, pero Schnez no lograba recordarlo. Consulto este extremo telefónicamente con el general Schnez, preguntándole concretamente si podía tratarse del General Muñoz Grandes, lo que negó taxativamente. El nombre de quien fuera el Comandante en Jefe de la División Española le era perfectamente conocido y, de haber sido ése, lo recordaría, le dijo.
En la versión de los hechos trasmitida por Hoffmann a Schnez, este empeoramiento de las relaciones de Rose con sus compañeros españoles afectó mucho a la moral de Rose. Llegados aquí, es importante subrayar que en la División Azul, como en cualquier fuerza militar del mundo, el criticar agriamente a quien en definitiva encarnaba el puesto de Comandante en Jefe, Hitler, sin duda debía ocasionar situaciones de tirantez puesto que era algo que afectaba a la moral. Los integrantes de la División Azul eran perfectamente conscientes de que en el Frente del Este se estaban librando titánicas batallas. Y nada debía afectar a la moral de combate de los soldados propios, ya que cualquier desfallecimiento en esa moral redundaba en ventajas para el enemigo. No se trataba, por tanto, de que el o los oficiales españoles con quienes eventualmente chocó Rose fueran especialmente filonazis o visceralmente antisemitas, sino simplemente de que pretenderían mantener intacto el más característico de los valores militares: la disciplina. De hecho, el único historiador que ha tratado monográficamente el tema de las relaciones de los divisionarios españoles con los judíos perseguidos de la Europa Oriental que atravesaron, ha subrayado el comportamiento muy humanitario que al respecto tuvieron los españoles.
Lo más desconcertante del testimonio que Hoffmann ofreció a Schnez era la afirmación de que el oficial español con quien chocó Rose le acusaba de "haber ido contra los intereses españoles" y "haber traicionado a España". A uno le cuesta imaginar la forma y manera en que un simple oficial intérprete podía dañar esos intereses y la única explicación que se le ocurre es que quien formulara esa acusación supiera que Rose había trabajado o trabajaba aún para el Abwehr.
Finalmente, hay que recordar que en la División Azul se daban, de cuando en cuado, casos de soldados o mandos que eran calificados como "indeseables" por los motivos que fueran (de orden moral, de tipo político, por cobardía) y que eran devueltos a España. Estos casos quedaban debidamente consignados y desde luego en el Expediente Personal divisionario del teniente Rose no hay la más mínima indicación al respecto. Así que, en definitiva, los roces que Rose pudiera tener con uno o más oficiales españoles nunca trascendieron del nivel de lo puramente privado, nunca debieron ir más allá de conversaciones personales.
Con todo, se decidio ofrecer la versión de los hechos ofrecida por Hoffmann porque así se la trasmitió el general Schnez, y sería intelectualmente deshonesto por su parte no consignarla, pero personalmente Caballero la encuentra poco creíble, por los motivos que expondrá más adelante. En todo caso, la opinión que sobre los hechos se llegó a formar Schnez y que trasmitió a Rigg es que, ante la dramática situación en que se encontraba su familia y ante el enrarecimiento de sus relaciones con sus camaradas del frente, Rose cayó preso de una creciente melancolía y buscó la muerte en combate, una suerte de suicidio honorable.
Volvamos ahora a los hechos. En su viaje de regreso al frente, Rose se detuvo en Munich, donde con fecha de 20 de septiembre de 1942, dictó testamento. En el encabezamiento hace constar su posición militar: Oberleutnant in der Spanischen División (teniente en la División Española). El texto del testamento recoge una serie de cláusulas sobre el reparto de sus bienes, que aquí no nos interesan, salvo elocuentes detalles como que nombre albacea a su tío, Max Müting, teniente de la Reichs-wehr en situación de retirado del servicio, o que deje parte de sus bienes al hijo de su "mejor amigo", el capitán Richard Schmittmann. Como se ve, nos hallamos ante un personaje cuyo círculo vital, familiar y de amistades, está formado por militares alemanes. Ése era el mundo al que pertenecía y al que deseaba seguir perteneciendo. A la hora de repartir sus pertenencias tiene buen cuidado en premiar a quienes han apoyado a su familia en los tiempos difíciles que empezaron en 1934. Y, por desgracia, en el testamento debe citar también a sus padres (algo bastante inhabitual), porque es consciente de que debe tratar de ayudarles en la penosa situación en que se encuentran, si llega el caso de que él muera.
Pero lo más estremecedor del testamento que el teniente Erich Rose firmó en Munich el 20 de septiembre de 1942 es su último párrafo:
"Si caigo en combate, y espero que esto no ocurra, no quiero que lloréis por mí, porque el destino que yo he querido para mí nunca ha sido otro que el de morir vistiendo mi guerrera gris, a despecho de todo. Y eso ya lo he conseguido, después de una gran lucha".
Sus padres estaban siendo objeto de un atropello inaudito por lo inmerecido. Y una absurda política racista pretendía negarle a él mismo ser lo que era, un soldado alemán. Pero, incluso en esas circunstancias, Erich Rose no formulaba para sí otro deseo que el poder tener el honor de caer en combate vistiendo su guerrera de oficial alemán. ¿Cabe imaginar una muestra mayor de amor a su Patria?
Puesto que el testamento de Rose está firmado el 20 de septiembre, lo razonable es imaginar que fuera a principios de octubre cuando el teniente se incorporara a las líneas del frente guarnecidas por la División Azul, que ya no estaban en las orillas del Voljov, sino en los arrabales de Leningrado. En estos momentos parece que el teniente Rose estaba asignado ya a la 2ª Sección del Estado Mayor español, la Sección de Información, a la sazón mandada por el comandante José Alemany Vich. Las noticias que Rose recibió después de reincorporarse al frente no pudieron ser más horribles. Sus padres habían sido deportados a Theresienstadt poco antes de que él firmara el testamento. Pero el padre no iba a durar mucho con vida. Según la Dra. Meinl, el Doctor Rose murió poco después de llegar a Theresienstadt, sin especificar el motivo. Ciertamente era un hombre de edad ya avanzada, pero suponer que haya muerto pura y simplemente de pena no es inconcebible. Siempre según la Dra. Meinl, la madre de Rose fue entonces deportada a Auschwitz, muriendo en el viaje de traslado en enero de 1943, sin que tampoco en este caso especifique un motivo concreto. El estado de ánimo del teniente Rose cuando recibiera estas noticias no es difícil de imaginar.
Pero la guerra seguía su curso. El invierno se echaba encima y era de temer que, con la llegada de los grandes fríos, los soviéticos intentaran de nuevo grandes ofensivas, como ya había ocurrido el año anterior. En efecto, en enero de 1943 los soviéticos perforaron las líneas alemanas al sur del Ladoga, aunque sólo establecieron un pequeño corredor entre la cercada ciudad y el resto de Rusia. Pero aquello sólo era el principio. Los Estados Mayores alemanes evaluaron muy correctamente que el Ejército Rojo intentaría una nueva operación para desbloquear la situación en el sector de Leningrado. El lugar donde los soviéticos asestasen su próximo golpe no se podía saber, pero numerosos indicios apuntaban al sector de Krasny Bor, por el que pasaban tanto el ferrocarril como la carretera que unían Leningrado con Moscú. Era el sector guarnecido por el 262ª Regimiento de la División Azul española.
Lógicamente se procedió a reforzar el sector con otras unidades españolas, y también con algunos elementos alemanes: una batería de Artillería y una compañía de Infantería en este último caso. Como la defensa contracarros española era reputada como ineficaz por estar dotada con cañones Pak (antitan¬ques) de pequeño calibre, muy poco antes de la fecha en que se lanzó el ataque soviético se asignó al sector guarnecido por los españoles una Sección de Cañones Pak con piezas pesadas procedente de la vecina 2ª Brigada SS de Infantería. Esta Brigada SS encuadraba a elementos de varias Legiones de voluntarios anticomunistas europeos y la citada Sección de Antitanques que llegó a reforzar a los españoles estaba compuesta por noruegos.
El documento citado al principio de este artículo, donde se reseña el personal que en los combates del 10 de Febrero tuvo un comportamiento distinguido, es la principal fuente de información que tenemos para tratar de reconstruir el papel que tuvo el teniente Rose en la Batalla de Krasny Bor. En él se lee textualmente: "Teniente Don Erich Rosse Rosse.
De la 2ª Sección de Estado Mayor, marchó a Krasnij Bor para establecer un C. I. A. (Centro de Información Avanzado; luchó valientemente en el pueblo y posteriormente se puso al frente de una Sección de "flak" alemana hasta que, cercado y agotadas las municiones, intentó una salida en la que halló gloriosa muerte".
Este sencillo párrafo nos permite reconstruir con bastante verosimilitud cual debió ser el papel del teniente Rose en el combate. Para empezar, hay que subrayar que al teniente Rose se le había asignado una tarea de cierta responsabilidad. Se suponía, y pronto se vio que acertadamente, que el sector atacado iba a ser el del 262º Regimiento. Para analizar la información recogida sobre enemigo desde las líneas propias, y canalizarla hacia escalones superiores, así como para hacer llegar hasta el Puesto de Mando regimental la información oportuna procedente de esos mismos escalones superiores, se estableció el citado Centro de Información Avanzado, bajo la responsabilidad de Rose. Si este oficial hubiera perdido la confianza de sus superiores españoles, resulta inimaginable que se le encomendara una misión como ésta, muy sensible. Había suficientes oficiales en la División capaces de hacerse cargo de esa tarea, pero el elegido fue el teniente Rose.
Por otra parte, su papel una vez iniciado el combate, lo podemos reconstruir en base a lo que sabemos sobre el desarrollo de la batalla. Los efectivos soviéticos lanzados contra el centro del dispositivo español al norte de Krasny Bor, el IIº Batallón del 262º Regimiento, acabaron rompiendo las líneas de esta unidad. Un primer contraataque a cargo de elementos del Grupo de Caballería español no logró restablecer las líneas. Con los soviéticos a punto de adueñarse de Krasny Bor, todos los elementos del Puesto de Mando del 262º Regimiento salieron al contraataque, tratando de agrupar en torno suyo a los soldados que, aislados o en pequeños grupos, se retiraban desordenadamente de la primera línea.
En el parte oficial de la batalla firmado por el General Esteban Infantes se lee:
"Sobre las 10'00 horas de la mañana, la situación es desesperada, irrumpen las primeras olas en Krasnij Bor y es preciso organizar el contraataque en el que toma parte personalmente el Coronel Jefe del Sector".
Fue un contraataque desesperado. Como decía el parte, el mismo coronel Sagrado se puso a su frente. Durante su transcurso cayó, por ejemplo, el capitán Ayudante del Regimiento, Ángel Hernández Doncel. Por la relación del personal distinguido en la batalla, sabemos también, por ejemplo, que el Oficial de Enlace alemán en el 262º Regimiento, el teniente Franz Jobst, y el intérprete de ruso en el Puesto de Mando regimental, el teniente Constantino Goguijonadchvili tomaron parte en un combate singular contra un carro enemigo.
El teniente Rose hizo lo mismo que sus compañeros del Puesto de Mando y, evidentemente, también tomó parte en este contraataque desesperado. No fue la suya, según parece, una decisión personal de exponerse al fuego enemigo para buscar de alguna manera la muerte. Actuó, de igual manera, ni más ni menos, que el resto de sus camaradas de aquel Puesto de Mando.
No muy alejadas de ese Puesto se encontraban dos de las piezas Pak pesadas servidas por voluntarios noruegos. En una expresión muy afortunada, Kleinfeld y Tambs afirman que aquellos noruegos fueron víctimas del mal lingüístico en que se vieron envueltos, en alusión a los terribles remolinos que caracterizan a los fiordos de su país. En efecto, los noruegos no sabían ni alemán ni español. Acababan de llegar al sector de Krasny Bor y, como hemos visto, ni los españoles tenían muy claro quienes eran. Por eso en el texto antes citado se es cita como "Sección alemana de cañones Flak". Ni eran alemanes, ni estaban dotados con cañones Flak (antiaéreos) sino con Paks (antitanques).
Erik Norling ha narrado, en base al testimonio de los veteranos noruegos, el papel de esta Sección en la Batalla de Krasny Bor38. Ellos recordaban haber combatido codo con codo junto con miembros de la División Azul española durante aquellas horas, aunque no citan expresamente a ningún teniente español. Lo que cabe imaginar es que en algún momento, el teniente Rose debió darse cuenta de la difícil situación en que se encontraban los noruegos y se unió a ellos. Las dos piezas noruegas situadas cerca del Puesto de Mando español sufrieron unas pérdidas atroces. En una murió toda la dotación. En otra sólo hubo un superviviente. Rose debió de ser uno de los españoles que cayó luchando, hombro con hombro, junto con los noruegos.
Si todo esto ocurrió tal como expone Caballero, y cree que es la hipótesis más verosímil, nada indica que el teniente Rose aprovechara el combate de Krasny Bor para suicidarse exponiéndose indebidamente al fuego enemigo. En cualquier Ejército del mundo, el suicidio sólo se considera "aceptable" cuando quien lo comete escapa así a una situación que implique deshonor. Y el teniente Rose, un militar por los cuatro costados, no había cometido hecho alguno que implicara deshonor. Por tanto, no cree que buscara la muerte como una forma de escapismo. Por otra parte, siempre había soñado con tomar parte en el combate en primera línea. En la Guerra Civil española las circunstancias quisieron que tuviera que limitarse a las tareas de un instructor. Y en la División Azul desempeñó las de traductor y oficial de información. Pero en la primera ocasión que tuvo de batirse con las armas en la mano, el teniente Rose no lo dudó. Alegando las misiones que le habían sido asignadas, podía haberse quedado a cubierto en el Puesto de Mando regimental, o replegarse a retaguardia. Pero no lo hizo. Al contrario, se lanzó al combate y el fuego enemigo segó su vida. Actuó conforme se esperaba que hiciera un oficial, alemán o español. Su esperanza de tener ocasión de morir vistiendo el uniforme feldgrau se hizo trágica realidad. Sin embargo, dado lo extremo de las condiciones en que se libró el combate, durante los días siguientes hubo no poca confusión a la hora de establecer el número y tipo de las bajas sufridas por la División Azul española. Por ejemplo, en el Parte oficial de la batalla firmado por el General Esteban lnfantes nos encontramos con que se califica como muertos a oficiales que habían caído prisioneros (por ejemplo, el capitán Oroquieta), y en cambio no se dice ni una palabra sobre oficiales que habían caído prisioneros (por ejemplo, el teniente Rosaleny) o habían resultado heridos. En este contexto, que la baja de Rose fuera catalogada como "Desaparición" en vez de como "Muerte en Combate" no tiene nada de extraño, se explica perfectamente por haber pasado los últimos momentos de su vida combatiendo junto a noruegos y además queda justificada por no haberse encontrado el cuerpo, que quedó sobre terreno ocupado por los soviéticos.
La Representación de la División Azul en Madrid anotó en el Expediente personal del teniente Rose, que había causado baja el 10 de febrero como desaparecido, "según lista recibida en esta representación el día 26 de febrero". Otra anotación en su ficha, muy poco explícita, reza: "Nota: Oficina Agregado Militar Embajada alemana", lo que quizás signifique que la Representación consideraba oportuno dar parte de esta baja a la Embajada alemana, toda vez que Rose seguía teniendo esa ciudadanía. Y muy poco después, en abril de 1943, esa Representación de la División se dirigía a la Inspección de la Legión para que se le notificara a qué unidad de la Legión Española había pertenecido Rose. La Comisión Liquidadora encargada de tramitar todos los papeles relativos al personal que había servido en Banderas Legionarias ya desactivadas respondió, el mismo mes de abril, que Rose había prestado servicio en la XVª Bandera, sin decir palabra sobre su paso por la IVª Bandera, añadiendo que carecía de cualquier dato sobre la residencia del teniente Rose. En definitiva, todo indica que por parte de la División Azul se realizaron todos los trámites oportunos en relación con la baja causada por el teniente Rose.
Aquí debemos recurrir de nuevo a la memoria de Don César Ibáñez y a los testimonios por él recogidos. Según éstos, desde el Cuartel General de la División Azul se dirigieron a la Plana Mayor de Enlace alemana, para comunicar la baja del teniente Rose y preguntar qué hacer con la maleta con sus efectos personales. Fue entonces cuando desde la Plana Mayor de Enlace alemana se respondió que el tema no era de su incumbencia, ya que Rose era judío, afirmando de paso que su desaparición era un poco extraña (¿una forma de sugerir una deserción?). Así pues, parece que era en la Plana Mayor de Enlace alemana, y no en el Cuartel General de la División Azul, donde Rose tenía algún enemigo. Johann Hoffmann, que conocía a Rose desde España y pertenecía a esa Plana Mayor, podía haber informado al General Schnez sobre este tema, pero ya vimos como prefirió desviar su atención hacia unas eventuales malas relaciones de Rose con sus camaradas españoles (poco o nada creíbles, como se ha expuesto).
La noticia de que el teniente Rose había causado baja llegó de alguna manera, aunque con perfiles muy imprecisos, a sus familiares y amigos en Alemania y en su expediente divisionario se incluye una carta remitida por la Cruz Roja alemana "en nombre de sus familiares" preguntando por el paradero de Erich Rose del que se afirma que había resultado "herido grave en las proximidades de Staraia Russa.
Pese a los rumores difundidos desde la Plana Mayor de Enlace alemana sobre lo extraño de su desaparición, o las confusas noticias que llegaron a familiares y amigos en Alemania, no hay datos razonables que desmientan la información contenida en la "Relación de Personal Distinguido en los combates del 10 de Febrero", es decir, su muerte en combate. Si Rose, oficial de la División Azul, hubiese resultado herido grave y se le hubiese evacuado a un hospital militar alemán, en función del azar de los combates, antes o después se le hubiese trasladado a un hospital español. Si Rose hubiera caído prisionero en manos de los soviéticos, su caso habría dejado huella en la más que amplia bibliografía dedicada al tema de los prisioneros de guerra de la División Azul. Y si Rose hubiera desertado al campo soviético, su caso habría sido aireado hasta la saciedad por los historiadores militares soviéticos, cuyos estudios sobre la División Azul se dedican casi exclusivamente a explotar los testimonios obtenidos de prisioneros y desertores.
No, no hay razón alguna para imaginar que Rose no murió en Krasny Bor, aunque su baja quedara para siempre oficialmente catalogada como "Desaparecido en combate". Su expediente como miembro de la División Azul termina con la copia de un certificado, expedido en octubre de 1949 por el Ministerio del Ejército español, en el que se declara que el teniente Don Erich Rose Rose fue dado por desaparecido el 10 de febrero de 1943 en Krasny Bor. Quien pidió tal certificación, no consta, pero debió ser algún familiar o amigo y por algún motivo relacionado con la herencia de la familia.
Cuando Rose encontró la muerte en combate en Krasny Bor llevaba ya diecinueve meses de servicio en la División Azul. Para entonces, la mayor parte de los oficiales, suboficiales y soldados que se habían unido a ella en julio de 1941, ya había regresado a España en sucesivos Batallones de Repatriación. Rose cumplía todas las condiciones para ser repatriado y sin duda lo habría sido caso de haberlo solicitado. Visto lo que estaba sucediendo con su familia, todo el mundo habría comprendido sus razones para deshacerse de su uniforme alemán. Pero no lo hizo. Siguió en campaña, cumpliendo puntual y fielmente sus obligaciones como oficial.
En la II Guerra Mundial murieron decenas de millones de personas. Otras tantas sufrieron atroces padecimientos en forma de heridas y mutilaciones. El caso concreto de este teniente alemán, Erich Rose, al que la circunstancia de tener antepasados de fe judía llevó a tener que servir en las filas de la División Azul, es sólo un ejemplo más de los innumerables dramas que aquel conflicto provocó. Extenderse sobre su caso sirve, en primer lugar, para hacernos comprender las dimensiones de aquella tragedia. Demasiado a menudo se habla pura y simplemente de cifras de caídos, prisioneros, heridos, etc.; cifras abstractas, que no poseen la capacidad para evocarnos los sufrimientos que hay detrás de cada uno de esos números. En segundo lugar, el caso del teniente Rose muestra de manera elocuente los absurdos de los que partía la política racista de Hitler y las espantosas consecuencias que de ella se derivaron, y lo hace desde un ángulo que no es el habitual, por lo que su capacidad de denuncia es más grande.
Finalmente, y como conclusión puramente personal de Caballero, señalar que en el teniente Erich Rose Rose he visto ejemplificados tres grandes valores. La Libertad, la Voluntad y el Patriotismo. La Libertad, porque, en efecto, él actuó con completa libertad. En una época en que fanáticos armados con conceptos pseudocientíficos trataron de imponerle el hecho de que él era judío, decidió que él era alemán y que deseaba seguir siéndolo a toda costa. Obviamente, no habría nada malo en que hubiera tomado la otra decisión, afirmarse como judío. Pero esa hubiera sido la decisión "fácil". A los ojos de los nazis y de los judíos ultraortodoxos, quien es de estirpe judía, lo es para siempre, quiera o no. Rose demostró que no era así, y ejerciendo el más alto don de ser humano, su libertad, tomó una decisión propia, no la que se le imponía.
Y no fue fácil. De ahí que el teniente Rose encarnara también el valor de la Voluntad. Ya hemos visto a lo largo de este artículo cuanto empeño tuvo que poner de su parte para lograr cumplir lo que era su objetivo: morir como soldado sirviendo a su Patria.
Y finalmente está el Patriotismo. Porque si Rose hubiera antepuesto el interés personal al de su Patria, su historia había sido muy distinta. Habría permanecido en España, o regresado a ella cuanto antes desde las filas de la División Azul. Pero, como su padre, el teniente Rose había llegado a la conclusión de que el comunismo era el enemigo número uno de su Patria, y obró en consecuencia.
En esto, Rose fue mucho más clarividente que los líderes nazis alemanes. Éstos fijaron para el III Reich un objetivo absurdo, la hegemonía de la raza alemana, y designaron un enemigo equivocado, el judaismo. Debido a esos dos grandes errores, a la hora del combate decisivo, la gran campaña contra el comunismo soviético, Alemania se iba a ver privada en definitiva del concurso de millones de europeos, que no estaban dispuestos a convertirse en ilotas en una eventual Esparta germánica. De no haber sido por ese racismo, millones de europeos de todas las nacionalidades, y desde luego la mayor parte de los alemanes de ascendencia judía, se habrían sentido muy cómodos participando en la batalla final para extirpar el comunismo. Pero no fue así. Todos los pueblos de Europa sufrieron lo indecible y Alemania pagó, y muy caro, aquel error. Si en vez de en peregrinas teorías racistas y antisemitas Alemania hubiera basado su política en establecer una genuina (y no meramente propagandística ) amplia coalición de fuerzas anticomunistas, todo podría haber ocurrido de una manera muy distinta.
Rose pudo comprobar in situ, en la martirizada Rusia, los horrores del comunismo. Y ratificarse así en su convicción de que aquella doctrina era el enemigo a batir. No es de extrañar, por tanto, que el teniente Rose se sintiera muy a gusto en las filas de la División Azul. Y no sólo porque gracias a ella pudo volver a vestir su guerrera feldgrau y lucir sobre ella la Cruz de Hierro, sino porque la unidad expedicionaria española tenía como origen y motor de su existencia la misma idea que él albergaba desde su juventud y que había recibido de su padre: la de que el comunismo era el enemigo más peligroso para el mundo. Fiel a esa convicción, Rose sirvió como un buen soldado. No me refiero a esos pseudohéroes de celuloide que aniquilan enemigos a mansalva, sino a los soldados reales, los de carne y hueso, a los que cumplen silenciosa y abnegadamente su labor, a menudo poco brillante e incluso tediosa. Pero que están dispuestos también a entregar su sangre si es necesario, como hizo el teniente de la División Azul Erich Rose Rose. Creo sincera y profundamente que su historia merecía ser rescatada del olvido para las nuevas generaciones. Descanse en paz.
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"Ante Dios nunca seras heroe anonimo" de la Ordenanza del Requete
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