Título: "La última batalla de la División Azul, los andrajosos e "impávidos" de Krasni Bor"
Autor: César Cervera
Enlace:
http://www.abc.es/historia-militar/2015 ... 22059.html
(ya que me fue imposible asistir al acto el pasado día 10 -llegué a la capilla de la Almudena a las 18,30), aquí va mi pequeño homenaje).
El texto incurre en tópicos ya habituales, pero lo importante es la voluntad y el gesto.
Texto:
Adolf Hitler calificó a los divisionarios de «banda de andrajosos», hombres impávidos que desafiaban a la muerte, valientes, duros para las privaciones e indisciplinados. Reconociendo que sus hombres se alegraban de tenerlos cerca.
A miles de kilómetros de su tierra, en una guerra que en realidad nada tenía que ver con ellos, armados con fusiles ligeros incapaces de hacer más que rasguños a los tanques soviéticos, e intimidados por un frío que dejaba el de Ávila, Guadalajara y otros glaciares castellanos en una agradable brisa veraniega. Bajo estas duras condiciones y vestidos con uniformes nazis reducidos a harapos, los 4.500 españoles pertenecientes a la 250ª División de Infantería de la Wehrmacht (conocida popularmente como la División Azul) resistieron honrosamente la ofensiva de 45.000 hombres y 80 tanques enviados por el Ejército Rojo a Krasni Bor. Más allá de las ideologías y de proclamar héroes o villanos, los divisionarios que intervinieron en el sitio de Leningrado, la liberación de París a manos de una compañía francesa formada en su mayoría por republicanos españoles o los espías que, como Joan Pujol, influyeron fuertemente en el transcurso del conflicto, se empeñan en desmentir a quienes siguen sosteniendo que nuestro país no jugó un papel reseñable, para bien o para mal, en la II Guerra Mundial.
La División Azul fue una unidad de voluntarios españoles, en total formada por cerca de 47.000 hombres, que combatió junto al Tercer Reich en el Frente Oriental. Pese a que las exigencias alemanas pasaban porque el contingente estuviera formado íntegramente por soldados profesionales, se acordó finalmente que el grueso estuviera alimentado por voluntarios civiles –muchos de ellos opositores al régimen que se alistaron ante la posibilidad de limpiar sus antecedentes, como en el caso del director de cine Luis García Berlanga–, pero comandados por oficiales experimentados del Ejército español como Agustín Muñoz Grandes o Emilio Esteban-Infantes. La buena disposición al combate y la sobriedad española no tardaron en atraer los elogios de los oficiales nazis.
(continúa)