LA HISTORIA DE ESTE MAGNIFICO OFICIAL FUE NARRADA CON MUCHO DETALLE EN UN ARTICULO EN "BLAU DIVISION", boletin de la Hermandad de la División Azul de Alicante, que transcribo:
NUESTROS OFICIALES EN RUSIA: Alférez Ángel Maté Sánchez
¿Cuál es la razón que explica que la División Azul haya sido, sin duda, la mejor unidad militar española en el siglo XX? La respuesta está clara: en ningún otro caso se dio una simbiosis tan perfecta entre una tropa formada por soldados voluntarios y altamente motivados por una firme convicción (anticomunista en todos los casos, falangista en la mayoría), en la que además había un porcentaje sorprendentemente alto de personal con alta cualificación intelectual, con unos mandos especialmente selectos.
Hay quien ha dicho que mientras que en la División unos iban como voluntarios (la tropa) otros fueron como destinados (los cuadros de mando), tratando de subrayar así una diferencia entre ambos elementos componentes. La frase es efectista y efectiva. Enfatiza en que para muchos cuadros de mando (suboficiales y oficiales) aquella era una forma de mejorar su situación en la carrera militar. En principio esto es algo tan legítimo como cualquier otro motivo y, en realidad, entre las cualidades que deben pedírsele a un profesional de la milicia no es la menos importante la de que tenga una legítima ambición, que le impulse a perfeccionarse y a ascender. Pero deja de lado el hecho indiscutible de que los cuadros de mando del Ejército español eran en esas fechas a la vez absolutamente anticomunistas, en muchos casos estaban muy identificados con el falangismo y en un grado muy elevado eran también muy “germanófilos”, entendiendo esta última afirmación en el sentido de que admiraban la eficacia militar de la “Wehrmacht”. No había, por tanto, una fisura ideológica que separara a mandos y soldados.
Del alto nivel cualitativo de la oficialidad de la División Azul tenemos una muestra elocuente en el paciente trabajo de investigación que está realizando nuestro camarada Francisco Grau. Hasta hoy ha podido señalar más de 300 militares españoles que alcanzaron el generalato y habían pasado por las filas de las unidades expedicionarias españolas en la campaña de Rusia (División Azul, Legión Azul, Escuadrillas Azules e incluso el pequeño contingente que sirvió en la Kriegsmarine). No todos procedían de la oficialidad divisionaria, pues hay casos de simples soldados de la DA que alcanzaron el generalato. Pero lo que está fuera de toda duda es que ninguna otra unidad militar de la historia de España ha “producido” tantos generales como la DA.
Con ser un trabajo estupendo el que está realizando Grau, no agota el tema. La razón es que hubo oficiales que sirvieron en la DA, no alcanzaron a ostentar las divisas de general en sus uniformes, y sin embargo son personas que han destacado notablemente en la historia de nuestro Ejército. El ejemplo que hoy traemos a estas páginas, el del alférez divisionario Ángel Maté Sánchez es una prueba elocuente.
Ángel Maté Sánchez vino al mundo en Olorno (Palencia), el 9 de noviembre de 1920, hijo de Don Valentín Maté y Doña Mª Purificación Sánchez. A principios de agosto de 1936, recién estallado el Alzamiento y sin haber cumplido siquiera los 16 años, se alistó voluntario en el Tercio de Requetés “General Mola” de Palencia, pero en enero de 1937, descubierto como menor de edad, fue desmovilizado. En junio del mismo año, y después de haber falsificado su partida de nacimiento, volvió a presentarse voluntario en el mismo Tercio, para encontrarse poco después con que se descubría la falsificación y de nuevo era desmovilizado.... Finalmente logró ser admitido en un puesto “auxiliar”, la Estafeta de Correo Militar del Ejército del Norte, con el grado de Sargento habilitado. En virtud de los estudios de Bachillerato que ya tenía, se le seleccionó para asistir a los cursos de Alférez Provisional en cuanto cumpliera la edad reglamentaria y, en efecto, en noviembre de 1938 ingresó en la Academia de Alféreces Provisionales de Ávila, de donde saldría como “estampillado” en enero de 1939.
La guerra estaba próxima a su fin, pero el joven y valeroso alférez aún tendría ocasión de destacar en ella. Fue asignado inmediatamente a la 5ª Bandera de FET-JONS de Navarra, que formaba parte de la 1ª División del Ejército Nacional (a la sazón a las órdenes del célebre general Mohammed Ben Mizziam) y que a la altura de inicios de 1939 estaba compuesta, además de por la 5ª Bandera de Navarra, por otras dos Banderas de Falange (la 2ª de Castilla y la 2ª de Navarra), dos Tercios de Requetés (el de Lacar y el de Montejurra), cuatro Tabores de Regulares, dos Banderas Legionarias y dos Batallones de Infantería. La 1ª División merecería el honor de una Medalla Militar Colectiva (concedida el 1 de julio de 1940) por su brillante actuación en el conjunto de la campaña. Como escribe Rafael Casas de la Vega: “puede calificársela como la División especializada en la ruptura de los frentes fuertemente organizados (...) la calidad de sus Batallones explica por sí misma la excelencia de la Gran Unidad. Para que las pequeñas unidades de Milicias que la forman puedan alternar con dos Banderas de la Legión del valor de la 5ª y la 7ª y cuatro Tabores de Regulares como los antes citados, es preciso que sean Batallones ejemplares por su disciplina y capacidad de combate” (“Las Milicias Nacionales”, Vol. Iº, pág. 483). El brillante historial de la 5ª Bandera de Navarra se encuentra en el mismo libro, págs. 487-489. Quizás no esté demás señalar que en ese momento mandaba la Bandera un oficial que después destacaría en la División Azul: el comandante Tomás García Rebull.
El joven alférez Maté desde luego no desentonó con la unidad en la que se le encuadró, ya que en los pocos meses de guerra que quedaban ganó, como se hace constar en su Hoja de Servicios, dos Cruces Rojas y una Cruz de Guerra. Llegó la paz, empezaron a disolverse las unidades de Milicias, y el alférez Maté pasó, en enero de 1940 a un Regimiento de guarnición en Alcalá de Henares (el 4º de Infantería), hecho anecdótico si no fuera porque allí conoció a la que sería su esposa y madre de sus hijos, Doña Mª del Consuelo Araceli Sánchez Tamarit. Aunque la guerra había acabado, pequeños núcleos de rebeldía (el llamado “maquis”) mantenían focos de violencia en algunas zonas del país. Junto con su unidad, el alférez Maté tomó parte en su erradicación en los Montes de Toledo.
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