El profesor Jose Luis Rodriguez, conocido por su libelo sobre la Division Azul "De heroes a indeseables", es uno de los "investigadores" de nuevo cuño obsesionados con mostrar la "otra cara" de la gesta divisionaria.
Por internet circula un articulo suyo titulado "Propuesta de revision de la historia oficial de la Division Azul" que no deja lugar a dudas. Uno de los aspectos mas curiosos del articulo es que asegura haber localizado mas de 2.000 expedientes sobre los supuestos "indeseables" de la Division. Cualquiera que visite el archivo de Avila, como yo he hecho, podrá ver que la carpeta bajo el epigrafe "indeseables" consta de...¡¡cuatro folios!! ¿donde estan los dos mil y pico expedientes? sin comentarios.
Dentro del articulo antes mencionado, hay un apartado dedicado a los desertores. Aunque el profesor Rodrigues intenta presentar la desercion en la division como una epidemia que el Estado Mayor del Ejercito intentó minimizar y ocultar, lo cierto es que el señor Rodriguez apenas es capaz de citar los nombres de media docena de desertores.
A continuacion el texto extraido del articulo:
Citar:
El número de pasados al enemigo fue escaso en términos proporcionales.
Desconocemos el número de desertores porque la documentación divisionaria no ofrece una cifra total, lo que está en sintonía con el propósito del Estado Mayor de ocultar los casos habidos, pero no debieron de ser muchos más de un centenar de hombres los que tuvieron este propósito y alcanzaron el objetivo; a ellos se sumarían quienes lo intentaron y fracasaron en el intento. Una parte de quienes no consiguen pasarse al enemigo son ejecutados en presencia de sus compañeros de compañía, para que todo el mundo tome nota, y de ellos disponemos de mayores referencias. Pero de los que consiguen su propósito poco o nada se dice, si acaso se cita su traición en el diario de operaciones del regimiento correspondiente. Además, las órdenes que cursa el Estado Mayor están destinadas a que en España nadie sepa nada de este tema. El único organismo que recibe esta información, siempre secreta, es el Estado Mayor del Ministerio del Ejército.
Pues aunque los desertores son pocos su existencia causa un enorme disgusto entre los mandos. Esto es lo lógico y además lo refleja así la documentación emanada de la propia División. Por ejemplo, en una de las primeras directrices para el reclutamiento había quedado reflejada la exigencia de que todo el personal admitido poseyera “suficiente solvencia político-social”. Y esta exigencia, no cumplida después, se argumentaba sobre la base de evitar deserciones que pudieran dañar la imagen del cuerpo expedicionario: “una sola deserción habría de ser del peor efecto”.
Asimismo, causa una honda preocupación en el Estado Mayor el hecho de que recién pasados al enemigo se dirijan a sus ex compañeros desde altavoces situados en las trincheras enemigas y que sus nombres aparezcan como firma de las octavillas de propaganda que, redactadas en español, arrojan los soviéticos. Estas dos circunstancias se dan en varios casos que hemos conseguido documentar siguiendo la pista a los expedientes personales. El panfleto que ahora nos interesa termina de la siguiente manera:
“Tenéis que decidiros. Esperar una noche oscura y con precaución arrastraros hasta nuestras alambradas. Al estar cerca de éstas decir con voz potente la consigna Español. Toda vuestra vida estaréis agradecidos hacia nosotros por este consejo. Si no seguís el consejo este serviréis de abono para la cruda tierra rusa. Félix Carnicero, Benito del Río, Juan Valenzuela, Juan Dueñas. Esta octavilla sirve de salvoconducto para pasarse al Ejército Rojo”.
Se trata de uno de los mejores trabajos del servicio soviético, correspondiente a finales de noviembre de 1942. Está relativamente bien escrito y el mensaje es sencillo y sugerente: los nuestros están al otro lado de las líneas, por este motivo los cuatro hemos tomado ese camino y conseguido lo que nos proponíamos, prueba evidente de que es posible hacerlo: “A vosotros nos dirigimos. Vuestros camaradas que se pasaron al lado del Ejército Rojo os hacen un ardiente llamamiento”. Pero, con perspicacia, los motivos para pasarse no son todos políticos, ni mucho menos, pues se trata de captar a los desesperados, a los que sufren diversas calamidades, a los que han oído hablar del terrible invierno pasado y ahora temen la llegada del de 1942-43. Finalmente, para reforzar su mensaje, la hoja lleva la fotografía de los cuatro desertores 7. De Bantrulle, procedente de Milicias de Logroño, 20 años de edad y que ha llegado al frente en junio para desertar el 23 de septiembre, cuando prestaba servicio de escucha. De Del Río, en realidad Bantrulle del Río. De Valenzuela, un jienense procedente del Regimiento de Infantería 33, que ha desertado en noviembre de 1942. De Dueñas, procedente de Regulares de Larache. Y de Carnicero, personaje de mayor relieve por los servicios prestados a los soviéticos, aunque su premio será, cuando Franco retire la Spanischen Division, el mismo que el recibido por el resto de desertores y prisioneros españoles: el ingreso en un campo de concentración.
Pero de momento sus condiciones de vida son relativamente buenas, sencillamente porque resultan útiles para el servicio de propaganda soviético. Carnicero, de 24 años, se había alistado en julio, cuando formaba parte del Regimiento de Artillería Valladolid, y deserta el 11 de septiembre, nada más llegar al frente, de lo que tomó buena nota la segunda bis. Esta sección también se interesó, además de por el panfleto citado, que es de fecha posterior, por la rapidez con que colabora con los soviéticos. Pues en la noche del 12 al 13 de ese mes se dirige desde un altavoz a sus ex compañeros para decirles lo siguiente:
“Soy el soldado Féliz Carnicero Cubille que he pasado al campo rojo. Aunque he hecho esto no soy un traidor a mi patria, soy mejor español que vosotros, pasaros a este campo pues aquí se está muy bien, además este es el camino para regresar antes a España. No servir a los alemanes, habéis sido engañados. No entraréis nunca en Leningrado”8.
A continuación, como otras veces, los altavoces emitieron música española y el himno de la República Española. Era evidente que Carnicero se había alistado con la intención de pasarse, o que cuando fue presionado para que acudiera al frente ruso rápidamente se le pasó por la cabeza lo que haría cuando, una vez allí, tuviese la primera oportunidad. Por este motivo, al servicio de propaganda soviético no le fue difícil captarle.
El jefe de este servicio era entonces Yuri Basistov, oficial adscrito a la Sección Política del 55º Ejército, en cuyo sector se hallaba la División 250. Baristov ya contaba con tres colaboradores españoles, los exiliados José Juárez, Víctor Velasco y José Vera, encargados hasta este momento de redactar y traducir panfletos y de elaborar programas para la radio de Kolpino, que, con la voz de Vera, transmitía un programa en español que podía sintonizarse desde las líneas divisionarias, aunque hacerlo constituía un serio riesgo. A partir de este momento Carnicero se convierte en un estrecho colaborador de Basistov, pues posee vocación de agitador y capacidad para contar de forma sencilla cosas susceptibles de interesar a sus ex compañeros de armas 9.
Este y otros casos de deserción alertan al Estado Mayor, que exige mayor dedicación y acierto a los agentes de la segunda bis y el máximo rigor en las penas al servicio de Justicia. Este servicio, dependiente de la primera sección de Estado Mayor, tiene todas las competencias relativas a los procesos judiciales. A este respecto debe señalarse que la Spanischen es la única unidad extranjera de la Wehrmacht que disfruta de autonomía en este terreno. Las pequeñas faltas en el servicio son castigadas con trabajos en el Grupo de Transporte Divisionario. Otras faltas son merecedoras de un castigo mayor, pero ahora que resulta difícil encontrar voluntarios los culpables de faltas carentes de significado político, como negligencia, escándalo en la retaguardia, hurto, e incluso insulto a un superior, no son repatriados. Se les destina durante un período de tiempo, variable en función de la falta, a los pelotones de castigo existentes en cada batallón o al pelotón de castigo de la Compañía de Mano de Obra, que actúa en retaguardia o en primera línea, dependiendo del curso de las operaciones. Los castigados quedan durante este tiempo a disposición de Justicia, sección que decide entretanto si abre o no procedimiento judicial. Tras cumplir el castigo los sancionados son reintegrados a las unidades correspondientes.
Exceptuando los desertores condenados a pena de muerte, los juzgados y declarados culpables de faltas graves y de significado político son repatriados para cumplir la condena en España. Tras cruzar la frontera quedan detenidos en San Sebastián, a disposición del auditor de la División. Una parte son puestos en libertad provisional, y otros, los que han sido sancionados con correctivos inferiores a dos meses de arresto militar, dejados en libertad definitivamente, dado que suficiente castigo ha sido ya el enviarles a combatir en Rusia y, además, pese a una reciente amnistía, sigue habiendo un exceso de población penitenciaria. En caso contrario el auditor decide su ingreso en el penal del Fuerte de San Marcos (Irún), por el que pasan, sobre la base de los escasos datos localizados, más de doscientos miembros del cuerpo expedicionario, o en otras prisiones militares, como la Prisión Especial de Pastrana (Guadalajara), o bien dicta condena de servicio complementario en cualquiera de los regimientos. De acuerdo con el código de justicia militar español los delitos más graves se juzgan en consejo de guerra anunciado en la orden del día. A lo largo de 1942 son cumplidas por lo menos catorce penas de muerte, por los siguientes delitos10: cinco por deserción (desertar frente al enemigo, es decir en dirección a la retaguardia), cuatro por traición (fuga en dirección al enemigo, el código de justicia militar establece que la fuga se consideraba verificada cuando el acusado no justifica que el delito cometido es otro), dos por adhesión a la rebelión, una por insulto a superior, una por abandono de servicio, y una por espionaje. A otros cinco condenados a muerte la pena les es conmutada. Normalmente, si había tiempo para formalidades, el condenado era colocado de espaldas al pelotón de ejecución, para dejar constancia del acto de vileza cometido por el sujeto en cuestión, el abandono de quienes creían ser sus compañeros para unirse a las fuerzas enemigas. Además, antes de ese trance, era sometido a un durísimo interrogatorio sobre sus posibles contactos con otros miembros del personal divisionario.
Los casos de deserción en grupo deben haber sido muy pocos, por la dificultad de los interesados en ponerse de acuerdo respecto al momento de ejecutar el plan, lo que exige hablar sobre el mismo varias veces, ya que no se fían unos de otros, y a causa del miedo a que una conversación lleve al interesado a ser descubierto. No es fácil tomar la decisión, y aún más complicado encontrar el momento adecuado, pero, en contrapartida, dar ese paso en compañía de otro u otros le hace a uno sentirse más arropado, más seguro, próximo a la convicción de que es posible hacerlo y de que pronto las cosascambiarán a mejor. Existe constancia de al menos un caso de deserción en grupo. El 28 de febrero de 1943 deserta Francisco Antolino Esquina, de 22 años, profesión jornalero, nacido en Saviote (Jaén), analfabeto según consta en su ficha, procedente del Regimiento de Infantería Pavía nº 19 (Sevilla) y destinado al regimiento 262 y con siete meses de estancia en el frente. Y lo hace en compañía de otros tres soldados. Para la segunda bis esto constituye un serio aviso, pues sus agentes no habían sido capaces de detectar las intenciones de cuatro soldados.
A estos desertores les siguen otros en las semanas siguientes. El 23 de marzo lo consigue el soldado José Rubio Lucas, y el 25 es el turno del cabo César Astor Betoret y el soldado Leopoldo Saura Calderón. Estos dos últimos proceden de la Legión, del primer y tercer tercio, han llegado a Rusia en la primavera del año anterior y coincidido en la primera compañía del regimiento 269. Para ellos la ocasión se presenta la noche en que reciben la orden de salir de patrulla y vigilar cualquier movimiento en las trincheras enemigas11. Astor, capitán de Carabineros al término de la guerra civil, ha estado en la cárcel, de la que ha salido en libertad condicional, posee amplia experiencia militar y vive con pasión la política, hasta el punto de que es un convencido de la posibilidad de hacer caer a Franco del poder. Con el propósito de pasarse a las filas de quienes combaten al fascismo en Europa optó por cumplir en las filas legionarias el servicio militar que, como desafecto al régimen, debía realizar de nuevo. Dado que durante ese tiempo le ha resultado imposible enlazar con ningún agente británico capaz de facilitarle la huida en dirección a las unidades de este país que combaten en el norte de África, no ha dudado en recurrir a la Spanischen División para pasarse a quienes combaten a Hitler y, piensa él, derrotarán y harán caer a todos los gobiernos fascistas de Europa y a quienes hayan colaborado con ellos. En la División no le ha ido mal, pues ha sido ascendido a cabo y se ha ganado la confianza de sus mandos inmediatos, que aprecian su nivel de preparación. En el momento de desertar Astor se lleva consigo algunos croquis sobre las posiciones españolas y el emplazamiento de la artillería, que ha realizado a escondidas a lo largo de varias semanas, así como algunos planos sustraídos de las oficinas del Estado Mayor. El propio Astor cuenta la marcha hacia las trincheras soviéticas, situadas a 600-700 metros, con las siguientes palabras:
“Atravesamos muy lentamente y con sumo cuidado los campos de minas y llegamos hasta el lugar en que se encontraba una tanqueta rusa destruida, a poco más de 50 metros de las posiciones soviéticas. Dirigimos hacia allí unos gritos en ruso comunicándoles que nos pasábamos a ellos (...) Mientras nosotros avanzábamos, una patrulla se desplegó el herradura y nos dio el alto. Nos abrazamos y nos llevaron al búnker del capitán de la compañía, donde cantamos con ellos la Internacional. De allí pasamos al puesto de mando del batallón, donde nos dieron comida y vodka e incluso en un gramófono colocaron el disco de Limonero”.
Astor entregó los planos que llevaba a los oficiales del NKVD que le interrogan y se ofreció a colaborar con la causa comunista, pero se negó a dirigirse a sus ex compañeros desde un altavoz y a quedarse en el servicio de propaganda: “Me negué por dos motivos: mi familia, que seguía en España, y el capitán de mi compañía. Quería evitar a aquélla posibles represalias y, por su lado, el capitán se había portado muy bien conmigo y probablemente había influido en promocionarme ante sus superiores, por lo que pensé que podía perjudicarle si yo cedía a las peticiones de Juárez y de los soviéticos”12.
Este mes desertan otros dos soldados, según consta en los diarios de operaciones de los regimientos 262 y 269, aunque pueden haber sido más. En abril esta misma documentación recoge otros tres casos de deserción al frente del enemigo, y uno de deserción en dirección a la retaguardia; se trata de Secundino Andrés Cano, que logra despistarse por segunda vez e irse hasta la ciudad alemana de Frankfurt, donde tiene un amigo español dueño del bar Alegría. Este mismo mes el Estado Mayor decide ocultar este tipo de hechos a la tropa, lo que se hace incluyendo el nombre del desertor en el parte de bajas, como sucede con Juan Navarro Navarro y José Fernández Armesto entre
otros. Esta argucia no engaña a sus compañeros de pelotón y de sección, que posiblemente comentan lo ocurrido con el resto de la compañía. Pero por lo menos se procura la menor difusión posible de lo sucedido entre los componentes del cuerpo expedicionario y entre el conjunto de los españoles. Con este objetivo se falsifica la documentación que va a pasar por las manos de soldados y suboficiales que podrían sentirse tentados de compartir con familiares y amigos la existencia de desertores en una
unidad que la propaganda del régimen ha idealizado como estandarte de españolidad y unidad de guerreros contra la barbarie bolchevique. El 27 de abril el Estado Mayor notifica a la Representación de la División en Madrid que tres días antes ha cursado la orden de que “tanto en los justificantes de revista como en las fichas de rectificación de haberes, cuando se trate de dar de baja a un desertor se pondrá como motivo desaparecido sin derecho a haber desde el día ..., sin que figure en ningún caso la palabra desertor”.
También se toman otras medidas. Primero la de cancelar el pago de haberes por el servicio en campaña a la persona citada con este fin en la documentación cumplimentada por el desertor. A continuación, tal y como ya sucediera durante la guerra civil, los familiares son investigados. Se trata de comprobar si han colaborado de alguna forma con el desertor, algo bastante difícil teniendo en cuenta los más de 4.000 kilómetros que les separan, o están implicados en alguna red de espionaje de los aliados y evaluar su grado de desafección al régimen. Un documento remitido el 12 de mayo por el comandante jefe de la primera sección del Estado Mayor de la División, José Rey de Pablo Blanco, a sus homólogos en el Estado Mayor del Ministerio del Ejército deja constancia tanto del reducido número de desertores como de la decisión de investigar a sus familiares :
“A lo largo de la permanencia en campaña de esta División se han dado los casos de evasión al enemigo que en la adjunta relación se especifican. Como V.E. puede comprobar el número ha sido tan escaso (el uno por mil), menor del que suele presentarse en las unidades alemanas, que demuestra la sana moral y fortaleza de espíritu de los componentes de esta G. U., los cuales han soportado penalidades y riesgos muy superiores a los corrientes, con sin igual fortaleza. No obstante, por estimar que la mencionada lista tiene un interés policial, cumplo el deber de remitirla a V.E., indicando en ella al propio tiempo los domicilios en España de dichos evadidos que se han podido averiguar”.
Otro documento ratifica la adopción de este tipo de procedimiento. Con fecha de 23 de junio y el sello de secreto es remitido por el general jefe de la división a su ministro: “Como continuación a la que acompañaba a mi escrito de 15 de mayo pasado adjunto remito a V.E. relación nominal de personal evadido al campo enemigo, con expresión de los nombres y domicilios en España de sus respectivos familiares”. A estas personas no se les va a decir el motivo real de la investigación. Pero esto no impide que lo sospechen, si es que no han sido avisados por el interesado de que el único motivo por el que han aceptado vestir el uniforme alemán es por la oportunidad que ofrece de huir al otro lado. De todas formas, lo sospechen o no, casi ningún familiar sabrá con seguridad si su ser querido ha sido fusilado por desertor o si ha iniciado una nueva vida en la URSS, al menos hasta mucho tiempo después, y no siempre.
No todos los desertores son fusilados, pero si reciben penas muy duras: en julio se repatría a 15 divisionarios ya juzgados: uno de ellos ha sido condenado a 30 años de reclusión por insulto de obra a un superior, y otros cuatro soldados a la misma pena por delito de deserción; al parecer, dos de los desertores se han arrepentido a mitad de camino y regresado a su posición, o se han perdido y después argumentado propósito de enmienda por el daño causado a sus compañeros. Lo mismo sucede en julio, cuando entre los repatriados figuran tres condenados a cadena perpetua por intento de deserción al frente del enemigo, y en septiembre: en esta ocasión entre los diecisiete repatriados figuran cinco desertores, además de un condenado por automutilación y tres por el delito de traición.
Se trata, como decíamos de un tema tabú y como tal silenciado en los medios de comunicación y en la historiografía franquista. Se considerará relativamente cerrado cuando en la primavera de 1944 regresen a España las últimas unidades pertenecientes a la División 250. Y sin embargo, en la Dirección General de Seguridad se abre un fichero de todos aquellos que son susceptibles de haberse pasado al enemigo y de estar residiendo en la URSS. Poco se sospechaba entonces en medios de este organismo y del servicio de información militar que la mayor parte de los desertores al Ejército Rojo viven para entonces entre los muros y alambradas de campos de concentración soviéticos, junto a ex compañeros hechos prisioneros. Menos aún que en 1954 algunos
de ellos regresarían a España.
NOTAS
7. AGMA, DEV, caja 4460/2, expediente 2441
8. La Dirección General de Seguridad le mantuvo abierta una ficha y de alguna forma se enteró,
posiblemente porque la prensa soviética incluyó alguna nota necrológica, de su muerte en la URSS en
octubre de 1969. AGMA, DEV, caja 3538/36.
9. Basistov, Yuri, “El fracaso de la campaña del Este de Franco”, traducido en “Un punto de vista
soviético sobre la División Azul”, Defensa. Revista Internacional de Ejércitos, nº 142, pp. 57-63.
10. AGMA, DEV, caja 3774/11.
11. Sobre César Astor AGMA, DEV, cajas 4453/34 y 3777/47.
12. El relato de Astor en Arasa, Daniel, Los españoles de Stalin, Barcelona, Belacqva, 2005, pp. 328-332.